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CUADERNOS DE FILOSOFÍA

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4. LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS
4.2. Filosofía pluralista.

4.2.2. Empédocles
4.2.3. Anaxágoras

4.2.4. Escuela atomista: Leucipo y Demócrito

Se preocupó por el problema del arjé y piensa que existen cuatro elementos o substancias básicas de todas las cosas: agua, aire, fuego y tierra. No hay ya un único principio, sino cuatro básicos. Estos cuatro elementos son increados e indestructibles, y de la mezcla de ellos surgen todas las cosas, de tal suerte que nada se crea ni muere, sino que sólo se unen o separan.

A diferencia del arjé de los milesios -que pensaban que dicho arjé se convertía en todas las cosas y experimentaban cambios cualitativos-, Empédocles afirmaba que estas raíces permanecían siempre cualitativamente iguales e inmutables, como corresponde a lo que es, según los eléatas. Esta tesis es la que está en la base de la noción de elemento, entendido como algo cualitativamente inmutable e intransformable, que posteriormente desarrolló Aristóteles. Su empeño fue, por tanto, conjugar el ser invariable, compacto y eterno de Parménides con el "todo se mueve" de Heráclito, es decir, el problema del movimiento y de la permanencia del ser.

Estos cuatro elementos se ponen en marcha merced a la lucha de dos fuerzas contrarias: el amor ( philia ), y el odio ( neikos ); el primero une estas sustancias y el segundo las desune, en una lucha eterna, que da origen a todas las cosas.

Todo está sometido a un proceso, de manera que la evolución del mundo sigue unos ciclos que se repiten eternamente: al principio, por la acción del amor, todo está unido y compacto formando una esfera parmenídea, sin embargo, poco a poco va penetrando el odio y las partículas se van separando, formando las cosas, hasta que todo queda disgregado, momento en que empieza a actuar de nuevo el amor.

Empédocles elaboró una teoría del conocimiento, regida por la máxima de que se conoce lo semejante por lo semejante , y en la que afirma que las cosas exhalan flujos o efluvios por sus poros, que son los que permiten su conocimiento por contacto con los sentidos, que penetran hasta el corazón, al que considera la sede del pensamiento.

4.2.3. Anaxágoras

Fue el primer filósofo que fundó una escuela en Atenas. Siendo acusado de "impiedad" y ateísmo, al negar que el Sol y la Luna fueran dioses, fue encarcelado; una vez pagada la multa huyó de Atenas hasta refugiarse en Lámpsaco, aconsejado por su amigo Pericles.

Su principal preocupación filosófica consistió en explicar el cosmos físico (para él la tierra tenía forma cilíndrica y en la planicie superior vivían los hombres), siendo para muchos un representante del ideal del sabio, poniendo su vida al servicio del saber contemplativo. Para explicar el dilema entre la unidad del ser y la multiplicidad de las cosas postuló la existencia de dos principios: uno inerte (la masa caótica de las cosas) y otro dinámico e inteligente, al que llamó nous ("mente").

Piensa que la materia es divisible infinitamente, llegando hasta unas partes pequeñísimas e indestructibles, a las que Aristóteles -interpretando a Anaxágoras- llamó homeomerías que son como las "semillas" de todo lo existente. Las cosas son, por tanto, la agrupación de esas homeomerías, que en un principio estaban aglutinadas en el caos originario donde existía un Todo inmóvil; el nous preexistente y eterno hizo que ese Todo se moviera. Este nous es la cosa más pura y ligera, así como la más poderosa y sabia, está sola consigo misma y existe por sí; sin embargo, Anaxágoras nunca afirma que sea Dios. La función de este nous no consiste en preservar el orden que originó, ni siquiera propiamente, en ordenar el universo, sino sólo en dar un impulso o movimiento inicial, originando el "torbellino" que posibilitó la ordenación de las cosas. Sostenía también que todas las cosas sienten y tienen inteligencia (el hilozoísmo).

"Todas las demás cosas tienen una porción de todo, pero la Mente es infinita, autónoma y no está mezclada con ninguna, sino que ella sola es por sí misma. Pues si no fuera por sí misma, sino que, si estuviera mezclada con algunacosa, participaría de todas las demás, pues en cada cosa hay una porción de todo, como antes dije; las cosas mezcladas con ella le impedirían que pudiera gobernar ninguna de ellas del modo que lo hace al ser ella sola por sí misma. Es, en efecto, la más sutil y la más pura de todas; tiene el conocimiento todo sobre cada cosa y el máximo poder. La Mente gobierna todas las cosas que tienen vida, tanto las más grandes como las más pequeñas. La Mente gobernó también toda la rotación, de tal manera que comenzo a girar en el comienzo. Empezó a girar primeramente a partir de un área pequeña, ahora gira sobre una mayor y girará sobre otra aún mayor. Conoce todas las cosas mezcladas, separadas y divididas. La Mente ordenó todas cuantas cosas iban a ser, todas cuantas fueron y ahora no son, todas cuantas ahora son y cuantas serán, incluso esta rotación en que ahora giran las estrellas, el sol y la luna, el aire y el éter que están siendo separados. Esta rotación los hizo separarse. Lo denso se separa de lo raro, lo cálido de lo frío, lo brillante de lo tenebroso y lo seco de lo húmedo. Hay muchas porciones de muchas cosas, pero ninguna está separada ni dividida completamente de la otra salvo la Mente. La Mente es toda semejante, tanto en sus partes más grandes como en las más pequeñas, mientras que ninguna otra cosa es semejante a ninguna otra, sino que cada cuerpo singular es y fue más manifiestamente aquello de lo que más contiene."

Anaxágoras

 

4.2.4. Escuela atomista: Leucipo y Demócrito

Demócrito nació en Abdera (Tracia), el año 460 a.C. y murió en 370 a.C., siendo contemporáneo de Sócrates, pese a lo cual es considerado "presocrático". Viajó por Egipto, Babilonia, Etiopía e India. Su maestro e inspirador es Leucipo, en quien se basó para desarrollar su mecanicismo atomista.

Igual que su maestro, Demócrito partió de los principios establecidos por Parménides. Pero para respetar principios del eleatismo (el ser es necesario, uno e inmóvil) y, a la vez, para salvar las apariencias, es decir, para dar cuenta de la apariencia del mundo sensorial (el cambio, el movimiento, la multiplicidad), postuló la existencia de átomos . Según Demócrito, cada átomo posee las mismas características que Parménides atribuía al ser: el átomo es sólido, lleno e inmutable. La existencia del vacío, que es una especie de no-ser, explica la multiplicidad y el cambio ya que, siendo lo que separa los átomos, permite el movimiento, la generación y la corrupción, al permitir los desplazamientos y los choques de los átomos.

"... estos átomos se mueven en el vacío infinito, separados unos de otros y diferentes entre sí en figuras, tamaños, posición y orden; al sorprenderse unos a otros colisionan y algunos son expulsados mediante sacudidas al azar en cualquier dirección, mientras que otros, entrelazándose mutuamente en consonancia con la congruencia de sus figuras, tamaños, posiciones y ordenamientos, se mantienen unidos y así originan el nacimiento de los cuerpos compuestos."

De caelo, Simplicio

 

Demócrito defendió que también el alma es corporal y mortal, al estar formada por átomos. El alma mueve el cuerpo, pero también es afectada por éste. Esta afección del alma por el propio cuerpo y por los cuerpos exteriores es lo que explica el conocimiento que el hombre tiene por los sentidos. Pese a esto, Demócrito consideró que el conocimiento sensorial era un "conocimiento oscuro" y que las cualidades sensibles de los cuerpos son reacciones de nuestra sensibilidad a las propiedades de los átomos. El hombre cree que existe lo blanco o lo negro, lo frío o lo caliente, pero lo cierto es que sólo existen átomos y vacío.

Otros fragmentos suyos permiten evocar al sabio que debió ser, quien no se ocupó simplemente de cuestiones naturales, sino que fue el autor de una vasta obra, hoy día perdida:

"El buen ánimo surge para los hombres mediante la moderación del deleite y la armonía de la vida. Todo lo excesivo y lo defectuoso suele variar y produce una gran perturbación en el alma, y aquellas almas que son agitadas por grandes desarreglos no se encuentran bien ni están bien animadas. Es necesario que el conocimiento se atenga a lo posible y se contente con lo que tiene, prestando poca atención a quienes envidiamos y admiramos, sin estar a su servicio con la inteligencia, sino observando las vidas de quienes sufren desdichas y pensando en la violencia que experimentan, de modo tal que lo que tengamos y poseamos nos parecerá grande y envidiable y ya no ocurrirá que suframos en nuestra alma por apetecer más. Pues el que admira a quienes poseen y son considerados dichosos por los otros hombres, y en todo momento les está prestando atención, se verá obligado a estar siempre haciendo algo nuevo y a llevar a cabo, llevado por su deseo, algo incorrecto que las leyes prohíben. Por ello es necesario no buscar estas cosas, sino contentarse con aquellas, comparando nuestra propia vida con la de quienes están en peores condiciones, considerándonos dichosos al meditar cuánto sufren ellos, y en qué medida nuestra situación es mejor que la suya. Si te atienes a este conocimiento, tendrás el mejor ánimo y expulsarás de tu vida estas desdichas no pequeñas: la envidia, los celos, las enemistades."

Demócrito de Abdera



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© José Sánchez-Cerezo de la Fuente 2004


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