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CUADERNOS DE FILOSOFÍA

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4. CARACTERÍSTICAS DEL MOVIMIENTO SOFISTA

El término “sofista” ha tenido durante casi toda la tradición filosófica, a partir de Platón y Aristóteles, exactamente, un sentido peyorativo, designando a aquel que engaña con argumentos tramposos aunque aparentemente correctos. Sin embargo, originalmente, el término “sofista” quería decir “sabio”, o, más concretamente, “maestro” en un determinado campo del conocimiento. Queda patente, de esa forma, la vinculación con la enseñanza. Los sofistas solían ser profesores ambulantes que cobraban por sus enseñanzas (uno de los puntos en que se diferencian de Sócrates). Muchos de los sofistas eran extranjeros. Sus enseñanzas, en muchas ocasiones, no consistían tanto en un saber por el saber, sino que, como afirma Protágoras, consisten en “ hacer más fuerte el argumento más débil .”. Recuérdese que la oratoria y la retórica eran fundamentales en el ámbito público. Los sofistas, en ese sentido, ofrecían sobre todo a los hijos de las clases acomodadas una educación a medida del gusto del alumno (o de su familia), bien que fuese para poder enfrentarse a una actuación concreta en el agora , o bien como medio de aumentar el prestigio social. Más adelante veremos hasta qué punto esto difiere de la actitud de Sócrates.

Ya hemos comentado anteriormente que los sofistas se caracterizaban por su relativismo y subjetivismo, pero profundizar en estos rasgos supone constatar:

- Un relativismo o convencionalismo cultural. Los griegos, ya desde los tiempos de los presocráticos, habían viajado y conocido numerosas culturas. Jenófanes, por ejemplo, había afirmado que cada pueblo tiene dioses a su imagen y semejanza. Herodoto, por otra parte, narra una anécdota ilustrativa al respecto:

“Tras su coronación, Darío se dirigió a los griegos que estaban presentes y les preguntó por cuánto dinero aceptarían comerse los cadáveres de sus padres. Ellos respondieron que no lo harían por nada del mundo. A continuación, Darío llamó a unos indios llamados colatios que se comen a sus muertos… y les preguntó por cuánto dinero aceptarían quemar los cadáveres de sus padres. Estos, a gritos, le pidieron que no dijera cosas impías. Son costumbres establecidas y creo que Píndaro acertaba al decir que la costumbre reina sobre todos”

Herodoto, Libro III

Los sofistas son conscientes de estas diferencias en la consideración de lo que está bien o mal y cuestionarán la moral tradicional de Grecia (por ejemplo, poniendo en duda la corrección de la esclavitud, algo que ni Sócrates, ni Platón, ni Aristóteles hicieron).

- Un relativismo moral. Basado, además de en el relativismo cultural, en la contraposición entre physis y nomos, o naturaleza y cultura, entendiendo ésta última como lo convencional, lo artificial, o, en definitiva, lo accesorio y no necesario. Los sofistas examinarán cuántas de las leyes y de las normas morales responden a esta definición de convencionalidad y se preguntarán por qué existen tales leyes, a quién benefician y qué intereses puede haber en la implantación de una ley sobre otra (o de las leyes en sí mismas).

- Un relativismo político. En esta ocasión, fruto directo del relativismo moral.

- Un relativismo gnoseológico. Los sofistas dudaron del conocimiento que hasta entonces se tenía por bien fundamentado y consideraron la posibilidad de que todo fuese opinión. Esto les llevó a rechazar la distinción entre realidad y apariencia, la consideración de que “detrás” del mundo que nos ofrecen los sentidos existen “esencias” o “realidades fundamentales”.

No obstante todas estas consideraciones son el marco general en el que se agrupan los sofistas, a partir de los cuales afirmaron cada uno distintas opiniones sobre el mundo, el hombre, la sociedad. Los sofistas no eran “relativistas” en sentido estricto, tal y como se entiende ese término habitualmente en filosofía, pero sin duda en comparación con Sócrates y con Platón, que es la forma en la que se les suele presentar, representan un ataque evidente a cualquier absoluto, ya sea la “verdad absoluta” o el “bien absoluto” o concepciones similares.

 

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© José Sánchez-Cerezo de la Fuente 2004